viernes, julio 11, 2008

Llevo pensándolo dos días y he llegado a la conclusión de que no me da la gana de que te hayas muerto. Cuando la vida te da un cerebro privilegiado, es tu obligación aportar tu ingenio al mundo. Durante muchos años. Y morirse no vale. Cuando eres un genio, morirse no es un derecho.
Y tampoco me da la gana porque un día, por casualidad, tengo que encontrarte en un bar, y tenemos que tomarnos algo juntos y pasar toda la noche por ahí, riéndonos del mundo, tocando el acordeón, escuchando tus historias y creyéndomelas porque me gustan. Y tengo que pasar muchos años contándole a todo el mundo la noche que conocí a Sergio Algora y anduvimos cerrando bares.
Y tienes que pinchar en todos los eventos importantes de mi vida. Y que actualizar el blog de vez en cuando para que yo empiece el día con esa mezcla de alegría y consciencia de la propia mediocridad que me generas. Y tienes que dar muchos conciertos, y escribir muchas nuevas canciones para que se vayan convirtiendo, una cada día, en mi canción favorita de todos los tiempos.
Y sobre todo, sobre todo, tienes que no haberte muerto para que me desaparezca esta sensación de angustia que me hace sentir gilipollas por querer llorar todo el rato por alguien a quien ni siquiera conozco.
Por eso dejo esto escrito antes de marcharme. No quería que pasara más tiempo sin decirlo. Así que vete tomando las medidas oportunas. Al fin y al cabo fuiste tú quien escribió eso de: "Cuando te matan si quieres demostrar lo hombre que eres sólo te queda la opción de resucitar."



Por cierto, ayer se me cruzó un erizo por primera vez en muchos años. Tenía una calvita. Pero ya no quiero despuar erizos.