
martes, noviembre 11, 2008
jueves, octubre 30, 2008
lunes, octubre 06, 2008
¿Lo que no te mata te hace más fuerte?
Lo que te destruye. Aquello que te reduce a un simple cuerpo cuyo corazón sigue latiendo involuntariamente. Los momentos en que el dolor es tan grande que, aunque sepas que pronto pasará, deseas sincera y conscientemente morir. El sufrimiento injusto, incomprensible, impotente. Lo que te vapulea y agita hasta dejarte totalmente deshecho. El miedo. El terror. La angustia. Los momentos en los que sabes que tienes fuerza para seguir adelante pero no el valor de buscarla. El mundo que sigue girando sin dejarte un sólo segundo de duelo o respiro. La ira que deseas descargar contra algo incorpóreo, pero tan real como tus manos. O peor. La ira que deseas descargar contra ti mismo. El segundo antes de levantar la cabeza, en el que sabes que deberás enfrentarte a una vida que ya te lleva muchas batallas ganadas en una guerra que tienes que seguir luchando aún a sabiendas de que, hagas lo que hagas, no vas a salir vencedor.
Todo eso ¿te hace más fuerte? Si fuera así, el siguiente golpe sería menos doloroso. Pero eso sólo ocurre cuando dejas de sentir. Y dejar de sentir es una forma de dejar de vivir.
Para mí, todo eso, te hace débil, vulnerable. Porque conoces el dolor, lo anticipas. Y lo temes. Porque sabes que cuando llegue no podrás evitarlo. Porque la vida, cuando hace daño, lo hace de verdad.
Sin embargo el sufrimiento sí que nos deja una lección importante: aprendemos a relativizar. Nuestro día a día se vuelve más llevadero. Los pequeños disgustos ya no duelen tanto. Porque conocemos el dolor, y sabemos que no es eso. Y por tanto no nos regodeamos en él. Y las barreras que antes nos parecían infranqueables se saltan, se esquivan o símplemente se ignoran y se escoge otro camino. No tiene sentido derramar más lágrimas por estupideces que (y sólo ahora lo comprendemos) no son más que eso. Y una vez olvidado el horror (bendita memoria que nos aleja en tiempo y espacio de nuestros propios recuerdos) somos capaces de llevar una existencia feliz.
"¿Qué más puede darte el mundo, si cada segundo es una primera vez?"
lunes, septiembre 22, 2008
LA HISTORIA SE REPITE

martes, septiembre 16, 2008
¡GRRR!

jueves, agosto 28, 2008
AMOR FUGAZ DE PERDEDORES
Él no estaba acodado en la barra, como cabría esperar. Hablaba animadamente con la típica guapa que a la segunda copa te manda a paseo.
Ella no deambulaba solitaria. Bailaba y se divertía con sus amigas.
Él la miró, la vio, la observó (por este orden) y decidió abandonar a su presa imposible para atacar directamente al animal herido. Al instante, ella se sintió mirada, vista, observada (por este orden) y supo que la caza había comenzado.
(...)
viernes, julio 11, 2008
Y tampoco me da la gana porque un día, por casualidad, tengo que encontrarte en un bar, y tenemos que tomarnos algo juntos y pasar toda la noche por ahí, riéndonos del mundo, tocando el acordeón, escuchando tus historias y creyéndomelas porque me gustan. Y tengo que pasar muchos años contándole a todo el mundo la noche que conocí a Sergio Algora y anduvimos cerrando bares.
Y tienes que pinchar en todos los eventos importantes de mi vida. Y que actualizar el blog de vez en cuando para que yo empiece el día con esa mezcla de alegría y consciencia de la propia mediocridad que me generas. Y tienes que dar muchos conciertos, y escribir muchas nuevas canciones para que se vayan convirtiendo, una cada día, en mi canción favorita de todos los tiempos.
Y sobre todo, sobre todo, tienes que no haberte muerto para que me desaparezca esta sensación de angustia que me hace sentir gilipollas por querer llorar todo el rato por alguien a quien ni siquiera conozco.
Por eso dejo esto escrito antes de marcharme. No quería que pasara más tiempo sin decirlo. Así que vete tomando las medidas oportunas. Al fin y al cabo fuiste tú quien escribió eso de: "Cuando te matan si quieres demostrar lo hombre que eres sólo te queda la opción de resucitar."
Por cierto, ayer se me cruzó un erizo por primera vez en muchos años. Tenía una calvita. Pero ya no quiero despuar erizos.
viernes, junio 27, 2008
INCOMUNICACIÓN
Ambos se fueron a dormir extrañados y ambos despertaron con la seguridad de que en pocas horas recibirían una llamada de excusa. Y esperando llegó la tarde, y los dos empezaron a preocuparse. Fue Chico el primero en llamar, justo en el momento en el que Chica había salido a fumar. Al volver vio la llamada y, un poco aliviada, marcó el número de Chico. Pero Chico estaba hablando por el teléfono de la empresa y no pudo contestar. Y al sonar el último pitido, ambos pensaron “volverá a llamar”.
Así que de nuevo pasaron las horas esperando, y las horas se hicieron días, y la extrañeza dio paso al enfado, y a la tristeza y, finalmente, al olvido.
Algún tiempo después se encontraron por la calle. Ella calló los insultos ensayados durante años y lanzó una discreta acusación: “la verdad es que me hubiera gustado que todo hubiese acabado de otra manera”. Y él, entendiendo en sus palabras la disculpa tan esperada, respondió condescendiente: “son cosas que pasan”. Y así, cada uno siguió su camino con la certeza de haber sido, alguna vez, abandonados de la manera más miserable del mundo.

viernes, mayo 23, 2008
CUANDO DESPERTÓ, EL DINOSAURIO SEGUÍA ALLÍ

jueves, abril 24, 2008
Y OTRO PAQUETE QUE SUELTO.

Llevo tiempo queriendo escribir sobre la gente que hace que me quite el sombrero, pero nunca he sabido por dónde empezar ni cómo hilarlo, así que recurriré a la escritura automática.
Ya sé que dije que no iba a hablar de mí, pero necesito una introducción, y ahí va:
Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que como hay niños que se mueren de hambre no podamos llorar por lo que nos dé la gana. Cada uno tiene su rasero y lo que para unos es una tontería para otro es un mundo, y todos deberíamos respetar eso. Pero no puedo con esos aires melancólicos, esos suspiros, esas miradas perdidas y esos “tranquilos, no es nada, se me pasará”. Ese jugar a que tenemos unas vidas totalmente miserables y el cruel destino se burla de nosotros. Siempre pienso en la canción (“no te preocupes por aquella chica, todo es mentira, está actuando. Hoy le tocaba el turno a Janis Joplin y ella es esclava de su papel”). Porque lo siento pero no me lo creo. Supongo que todos sabéis a qué me refiero, y no creo que tenga que matizar para evitar herir almas susceptibles.
Pero yo no quería hablar de esto. Quería hablar de que para mí, ser optimista es una obligación. No una obligación en general, sino una obligación conmigo misma. Una autoobligación. Porque cuando el mundo se me cae encima por una rabieta miro a mi alrededor y veo a 20 personas a las que yo debería estar consolando, y no al revés. Porque a veces no me puedo creer la suerte que tengo y me da miedo pensar que no está en mi mano conservarla. Porque hay gente que me hace quitarme el sombrero una y otra vez. Gente que no merece mi compasión, sino mi respeto. Por echarle un par.
Suele decirse que cuando tocas fondo sólo te queda subir. No conozco a mucha gente que haya tocado fondo, la verdad. No por falta de motivos, sino porque han hecho todo lo posible por no llegar nunca a hundirse del todo. Y sin embargo sobran los que se dejan caer y esperan a que el resto les infle el ego para mantenerse a flote. Pues por mí que sigan bajando. Yo me quedo arriba.
Y al final no he escrito nada de lo que quería y he hablado de mí todo el rato. Y de lo que quería hablar es de todas esas personas que se me vienen a la cabeza ahora mismo. Personas con las que nos cruzamos a diario y cuyas miserias ni nos imaginamos. Una lista demasiado larga de gente a la que se le ha jodido la vida en un segundo. Pero jodido de verdad. Y sin embargo, los que aún pueden, lo han aceptado y han decidido vivir con ello. Y si tienen que pedir ayuda, la piden. Y si tienen que llorar, lloran. Pero todo ello en bajito y con la cabeza bien alta.
jueves, marzo 20, 2008
miércoles, marzo 05, 2008
S.
S. sabía que nos volvía locas, pero siempre estuvo en su sitio. Era implacable. Era temible. Era adorable.
Mi relación con S. fue complicada desde el primer día. Yo tenía su asignatura atravesada justo a la altura de la campanilla, además de un don para que todo se me fuera de las manos. Y ambas cosas le sacaban de quicio. Yo intentaba aprobar, y él intentara que aprobase. Pero era imposible. Yo intentaba estarme quieta, y él intentaba que me estuviera quieta. Pero era imposible.
Era realmente difícil sacar a S. de sus casillas, pero yo lo conseguía casi a diario. Nunca fue mi intención, pero uno a uno fui acatando los castigos y viendo cómo se le acababan los recursos. Un día me superé a mí misma y, cuando me sacó de clase, pensé que se iba a volver loco y me iba a matar. Pero no. En lugar de eso me miró a los ojos, y hubiera jurado que estaba a punto de llorar. “¿Qué voy a hacer contigo?”- me preguntó. Y ningún castigo me hubiera dolido tanto como la desesperación de sus palabras. Sólo se me ocurrió una respuesta: “¿Quererme?”. Pero no se rió.
A pesar de todo, siempre supe que era una de sus favoritas. Alternaba los castigos más crueles y las broncas más antológicas con momentos de complicidad y bromas que eran sólo nuestras. Y yo le adoraba.
Hace poco, casi diez años después, las cositas de la vida me llevaron de vuelta al colegio. Y allí estaba S. Diez años más viejo. La misma voz en un cuerpo menos imponente. Un cuerpo más entrañable que atractivo. Y una sonrisa de verdadera alegría.
S. me preguntó por mi vida, me reprochó tanto tiempo sin una visita, pero fue el único profesor que no mencionó sus peleas conmigo en el pasado. Como si sólo quedase lo bueno.
“Te veo más vieja”- bromeó. Y creo que ambos nos sentimos mayores de pronto. Ya no éramos alumna y profesor. Éramos dos adultos. Y eso significaba que había pasado mucho tiempo. Diez años.
Me quedé con ganas de hablar más con él. De contarle que me va bien. De preguntarle por su vida. De confesarle, por fin, cómo conseguía copiar en sus exámenes. De que se riera y, tal vez, se sintiera orgulloso. De saber si las niñas siguen suspirando por él. Y de decirle que, aunque hayan pasado diez años (y aunque pasen diez mil), siempre será mi superhéroe favorito.
martes, febrero 12, 2008
Mi pequeño hogar para perdedores

jueves, enero 17, 2008
AÑADA DE ANA LA FRIOLERA

por sólo una noche
lunes, enero 14, 2008
Me temo a mí misma.
