
A veces no te das cuenta de lo importante que fue alguien para ti hasta que relees lo que escrbías en aquella época, escuchas los cd's que grababas o repasas atentamente las fotos.
Puede ocurrir que, muchos años después, descubras que aquella tontería que ni siquiera entonces parecía tener sentido cambió tu vida. Te cambió a ti. Participó en la creación de lo que hoy ves en el espejo.
Las emociones son algo tan abtracto que a menudo cuesta recordar lo que sentíamos en un determinado momento. Y por eso ciertos actos nos parecen crueles, porque despojados del sufrimiento que los contextualizaba nos convierten en algo que no queremos haber sido. Que nos negamos a recordar haber sido.
Del mismo modo, las cosas buenas que hicimos por un impulso se transforman en simples estupideces.
Me asombra lo rápido que hacemos borrón y cuenta nueva. La velocidad a la que normalizamos situaciones y mantenemos relaciones cordiales con personas a las que un día juramos amar u odiar eternamente. Lo olvidamos, fueron chiquilladas, algo que no merece la pena ni siquiera recordar a no ser que sea para reirse. Pero ocurrió. Y a la persona que un día fuimos, hace no tanto tiempo, le pareció un mundo.
Hoy te he encontrado entre mis recuerdos. No a ti, al de ahora, al que no hace tanto que no veo. Sino al de entonces. A lo que fuimos. O no fuimos. A lo que dejamos de ser. Y por primera vez he sido consciente de lo que significó para mí todo eso.
Así que gracias. Porque, a pesar de todo, he sonreído al recordarlo.