Me fascina ese prototipo de mujer de bandera que sale en las películas. Esas tías duras que tienen una respuesta digna para todo, que dejan a cualquier macho que se les cruce con un palmo de narices y que no se amilanan por nada. Y todo ello sin perder una pizca de glamour. Eso sí que son mujeres, personajes minuciosamente construidos. Personajes que parecen ser un fin en sí mismos pero que no tienen otra función que la de fortalecer al personaje masculino. Porque si ella es valiente y monta a caballo y maneja la espada con soltura acabará por meterse en un lío del que sólo su héroe, arriesgando la vida, podrá sacarla. O, si es una mujer con carácter e ideas claras que acabará poniendo en su sitio al tipo duro, éste no dudará en cruzarle la cara para que ella se dé cuenta de su error y se refugie en sus brazos arrepentida de su insolencia. Y beso y fundido a negro y un mensaje claro en la retina: eso es lo que tú tienes que querer ser.
Pues resulta que estoy hasta el mismo y único punto en común que tenemos todas las mujeres de que me digan cómo tengo que ser. Porque no soy Greta Garbo, ni Amelie, ni entiendo de moda ni me gusta el fútbol. Ni falta que me hace. Porque no necesito que tú, ni tú, ni tú me deis el visto bueno. Porque no necesito la aprobación de los hombres ni la aceptación de las mujeres. Porque no necesito vuestro permiso para existir.Y porque ese concepto tan equivocado que tenéis de lo que es un modelo a seguir me lo paso yo por el mismísimo punto. Y coño.